"(...) Y empezó a leer "Leighton Street" con tanta facilidad como si hubiera pasado la tarde ensayándolo en su cuarto.
"Estas calles comienzan donde lo hacen los adoquines
asoman entre el asfalto, igual que las
cabezas
de los niños
mal sepultados en su textura,
-leyó Gardener-
¿Qué mito es éste?, nos preguntamos, pero
los niños que juegan a la ronda y a
"rango-y-mida" en el barrio sólo ríen.
No hay mito, nos dicen, no hay mito
solamente dicen eh, boludo solamente
la calle Leighton
nada más que todas estas casas pequeñas
nada más que los porches en donde nuestras madres
lavan, lavan, lavan.
Donde los días se hacen calientes
y en la calle Leighton escuchan la radio
con los pterodáctilos volando entre las antenas
en el techo y dicen eh boludo dicen
Eh boludo
No hay mito, nos dicen, no hay mito
sólo dicen eh boludo no hay
aquí otra cosa que la calle Leighton.
Esto dicen es cómo tú callas tu silencio de días.
Boludo.
Cuando volvemos la espalda a estas rutas interiores,
depósitos con caras de ladrillos en blanco,
cuando dices "Oh, pero he llegado al fin
de todo cuanto sé y aún oigo sus dientes,
rechinando en la noche..." (...)"
De "Los Tommyknockers" (Emecé, 1989), escrito por la mano (en esos momentos un tanto -en mi opinión- lisérgica) de Stephen King. Este libro lo compré en mi adolescencia y el otro día, luego de recomendarlo, me agarraron ganas de volver a leerlo.Supuestamente es el primer fragmento de un poema mucho más largo escrito por James Gardener, uno de los protagonistas de la novela.
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