Me gustaría saber qué es lo peligroso, a qué le tenemos miedo. Si a las palabras o a lo que significan, especialmente en el plano afectivo, por no decir todo lo demás. Me da la -ligera- impresión que nombrar las cosas que se hacen o sienten dan pavor, cuando -en definitiva- las hacemos o sentimos igual. Es como si no fuera políticamente correcto nombrar las cosas por su nombre.
Ej 1): novio/a. Si llevás varios años juntos y conviven, me parece que ya podemos pasar a otro rótulo, como pareja. Concubino suena horrendo, en eso estoy de acuerdo.
Ej 2): amor. Si sentís cosas muy fuertes por otra persona o cosa, el "te amo" no me parece mal. Si es lo que se siente, darle para adelante. Lo que lastima no es la palabra, sino lo que hacés con el otro. Eso sí, la palabra "odio" se usa permanentemente.
Ej 3): discapacitados: "capacidades diferentes" le dicen hoy en día. Mucha gente es discapacitada, ya sea afectivamente o físicamente. Yo, sin ir más lejos, tengo asumido que mi cerebrito tiene un límite bastante fácil de alcanzar, me cuesta horrores odiar, físicamente tengo algún problema crónico respiratorio (entre otros aún menos agradables) y así. Cual es el problema?. Posta. He escuchado de boca de propios docentes de educación especial (que me parece bastante más adecuado rotularlo así que "diferentes") nombrar a sus alumnos como "cascoteados" o "rotitos". Ponete de acuerdo, viste?
Pongo estos tres ejemplos rápidos para que nos demos cuenta de en qué cosas, ya partiendo de lo cotidiano, nos cuesta comprometernos, dar una opinión y hacernos cargo. En serio, si no nos enroscáramos tanto en darle vueltas al asunto para no nombrar algo o buscarle algo que no suene tan representativo si no que, en determinados momentos, podamos esquivarlo al estilo "yo nunca amé", "mi familiar es diferente, no discapacitado", "tuve novios pero no conviví/ me casé", sería una vida un tanto más sencilla.