miércoles, 10 de noviembre de 2010

A Oesterheld...

"Despojos de terciopelo viejo,
láminas de frágil y antigua vida
en el siempre presente y fértil
cielo de los muertos.

Se fragmenta el mármol,
el viento está de visita,
lo mismo que la gris nube
regando aquellas aristas.

Una y otra vez,
aquella mañana infernal
recuerda el sitio donde tú, Nekrodamus,
dejaste tus restos reposar.

Aún algunos te recuerdad,
tú y tu inteligencia inmortal
hasta el momento en que el amor
te volvió a la realidad.

Así es, el sacrificio y la mutilación,
todo por la vida de Princesita.
Mas también Gor, tu eterno esclavo,
quiso compartir tu destino.

Pues todo eso ocurrió,
ya no más perpetuidad,
todo por un palpitar
y el rubor en las mejillas.

Gor, otra vez Gor,
fué entonces tentado a matarte,
pues le robaste su amor,
y, con él, su única dicha.

El demonio asesino,
con sus palabras llenas de promesas,
por un momento convencerlo logra,
pues su voluntad vacila.

Pero su fidelidad
pudo más que los halagos
mezclados con verbos pérfidos
y guiños llenos de deseo.

A aquel ser destruyó,
renunciando al poder ya sin igual,
ya que a tí su lealtad debía,
su existencia a tu mandato entregaba.

Y qué ocurrió con aquella
por quien la vida eterna negaste?
Pues, tal como estaba predicho,
debía abandonarte al principio de su camino.

Y así continuaste vagando,
muchos años más duró tu existencia,
hasta el fin de tu época gloriosa,
y el comienzo de otra... alimentando las praderas. "

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