Ya no le estoy encontrando sentido a muchas cosas de mi vida, y a las pocas que quiero aferrarme para, aunque sea a cuentagotas, tratar de salir y ver que todo no es tan terrible como lo pintan, por una razón u otra, de una manera u otra, se terminan deslizando más allá, como aquellas conocidas pesadillas en que por más que corras como desesperado estirando el brazo al máximo todo se aleja.
Hago, hago y hago cosas para no caer, intento todo lo que está a mi alcance para no perder esta vida, en la que ya me cuesta reconocerme como algo distinto de un fantasma en las calles de Buenos Aires... uno más, sin razones, sin sueños, sin nada.
Porque eso es lo que siento, que no tengo nada, y cuando digo nada esa nada soy yo, ese yo que se siente absolutamente incompleto y cayéndose a pedazos, que no está totalmente derrotado pero cada vez más le cuesta levantarse luego de un cross de un peso completo. Estoy (cada vez más) de rodillas, pidiendo un poco de paz, un momento de recuperación.
Pd: Y este post era el número 400 publicado. No estoy en mis mejores días, como es obvio. Es lo que (no) hay.