lunes, 21 de marzo de 2011

La distinta...

Hubo un momento en que lo supo. Ella esperaba esa oportunidad desde meses atrás, cuando alguien posó sus ojos sin mirar más allá. Nunca, pero nunca (según contaba mucho después) se sintió tan frágil.

Fué a la salida, con la lluvia que todo lo cubre con su húmedo manto aportando el contexto necesario para usar el único paraguas disponible... entre dos.

Pocos minutos más tarde,  alguien (sí, el mismo alguien) no abandonó al útil protector al llegar al desvío sino que decidió seguir un poco más continuando el recorrido hasta el destino de ella -su casa-. Y al llegar al dintel... se quedó.

¿Por qué será que las edificaciones siempre proveen de ese lugar que generalmente es odioso (y casi diría desdeñado) pero a veces se aprecia?

No es por estar con compañía, pues ha estado con otras personas allí, eso lo recordaba. Generalmente esas estadías no duraban más que un "muchas gracias" o algo así. Unos... 5 segundos.

No esa vez. Esta, que sería la primera de tantas, duró más. ¿Cuánto? Lo necesario para que pasara lo que pasó...

2 comentarios:

Reina dijo...

Que magia la de esos dinteles cuando la compañía es la esperada... ;)

Gabriel I. dijo...

No hay mejor forma de resumir el post que la de tu comentario ;-)