martes, 29 de diciembre de 2009

Tiempo de balances (parte 2)

"La moneda es la suma de sus dos caras y de aquel espacio de unión entre una y otra parte (que no se nombra). Ese es el límite en el que he estado parado durante toda mi vida."

¿Deberíamos vivir siempre en la dicotomía facilista de un lado u otro, habiendo tanto en el medio?

Siempre las estructuras... El qué, el quién, el cómo, todo caído cual paredes de cemento dentro de las cuales se debe encajar.

¿Para qué? ¿Debería(mos) redirigir la vida hacia esos cánones sociales que en definitiva lo único que buscan es la destrucción de nuestra esencia, la muerte total y absoluta de nuestra naturaleza?

Alguna vez me dijeron que debía luchar por mis ideales, todo aquello que valía la pena vivir y que a su vez da la energía para seguir viviendo y así sucesivamente hasta el infinito. Luego, al aflorar mi identidad como ser humano único con propios sentimientos y sensaciones ante cada evento, trataron de amoldarme aún a costa de lastimar, herir y matar mi alma con la idea de "cuidarme(!)" de una sociedad que no vería con buenos ojos mi comportamiento "rebelde", que acabaría aislado de los demás sin ninguna posibilidad de SOBREVIVIR.
¿Para qué sobrevivir si es posible vivir? ¿Por qué debemos negarnos la posibilidad de amar, soñar, ser felices, llorar (sí, llorar), levantarnos una y otra vez y cuando creamos que ya no podemos más, ver la mano tendida de aquellos que han estado todo el tiempo a nuestro lado prestos a salir en nuestra ayuda? ¿Acaso no nos damos cuenta que el despertar no es ni más ni menos que la posiblidad de convertir nuestros sueños en realidad?

Hay cuatro preguntas que cada persona debería hacerse de vez en cuando:

- ¿Qué es lo sagrado?
- ¿Qué es el espíritu?
- ¿Por qué vale la pena morir?
- ¿Por qué vivir?

Todas estos cuestionamientos tienen una sola respuesta: EL AMOR. No es sólo el amor de pareja o el amor físico, sino en un sentido mucho más amplio, por aquello que nos rodea y nos hace sentir que valemos la pena. Aquel que no se permita amar habrá desperdiciado una parte importante de su vida, el sentir ese calor especial en una palabra, un gesto, un abrazo, una mirada, tantas cosas...
Muchas veces uno piensa en querer dejar de amar para evitar que nos lastimen, perder esa sensibilidad que profundiza hasta lo imposible cada momento. ¿Realmente queremos convertirnos en entes indoloros, casi autómatas, alejados de todo/s, solitarios perpetuos?

Más reflexiones para el poco tiempo que nos queda...

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